sábado, 18 de abril de 2015
José López Portillo (1 Dec 1976 - 30 Nov 1982)
Inicios del sexenio de López Portillo
En los primeros momentos de su mandato presidencial López Portillo apostó su prestigio como
gobernante con la premisa de que había sido electo para administrar la crisis. Era de gran importancia
lograr la reconciliación con los miembros del sector empresarial, por lo que lanzó algunos de sus
proyectos, particularmente el de la Alianza para la Producción, como la solución clave para los
problemas socioeconómicos que su gobierno había heredado; que simplificó en la frase: la solución
somos todos. Esta alianza estaba apoyada en un control de los gastos públicos, con excepciones y
reducciones de impuestos a la exportación, y en el aumento de precios de los productos básicos.
Ante la necesidad de efectuar cambios en la política económica la nueva administración estaba consciente de que debía evitar los conflictos con la clase empresarial, pero también advertía que su alianza con ese grupo podía provocar la inconformidad de los demás sectores sociales. Para resolver ese aspecto contradictorio, utilizó la Reforma Política, pero sólo con el propósito de aliviar las tensiones sociales y no llevar a cabo reformas en la economía que pusieran en riesgo la alianza con el sector privado. En 1977 presentó al Congreso la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LFOPPE), en la cual se incluyó una ley de amnistía destinada a beneficiar a un buen número de presos y perseguidos políticos. El aspecto central era incorporar a grupos políticos de oposición a la vía democrática, incluyendo a las fracciones violentas con una amnistía; además de ofrecer, al conjunto de los partidos de oposición, mayores posibilidades de representación en la Cámara de Diputados que la reforma política de 1963, para lo que estableció un sistema mixto
con el predominio de la mayoría y la ampliación de los diputados hasta 400; estos serían nominales, electos por mayoría absoluta en las elecciones en cada distrito electoral, y los plurinominales que serían designados de conformidad con la proporción de votos obtenidos por sus partidos en las circunscripciones electorales del país.
La Ley, según el periódico El Nacional del 20 de diciembre de 1977, tenía como propósitos:
Lograr que la representación nacional tenga una constitución más adecuada. Lograr que todas las minorías puedan tener acceso a la representación nacional. Establecer mejores mecanismos para las ideologías que coexisten en el país. Implementar un partidismo sano, maduro y responsable, que propicie la expresión auténtica de cada una de las corrientes ideológicas que coexisten en el país; que haga posible que, dentro de un marco de legalidad aprobado y renovado a través del derecho y a través de las leyes, se expresen los distintos puntos de vista, partiendo de la seguridad de que serán respetadas sus iniciativas y de que sus tesis serán válidas para encontrar el mejor destino de nuestro país.
La planeación como solución En 1976 se reformó la administración pública federal con el propósito de armonizarlas (en su estructura orgánica estaba integrada por dos sectores: la centralizada con secretarías y departamentos, y el sector de empresas paraestatal descentralizadas), con lo que se agrupó a las paraestatales en sectores encabezados por cada dependencia centralizada; sin embargo, con el paso del tiempo, las paraestatales quedaron subordinadas a las centralizadas, por lo cual el sistema no funcionó, anunciándose así la total incapacidad del gobierno en asuntos administrativos.
Para instrumentar un Plan Global de Desarrollo se consideraron metas sucesivas en tres etapas: superar la crisis, consolidar la economía y tener un crecimiento acelerado, por lo que se diseñó un sistema nacional de planeación que pretendía cubrir centralizadamente, y desde el gobierno federal, las necesidades de estados y municipios.
La petrolización como solución
Después de otra devaluación, de 12.5 pesos por dólar a 23, en medio de la austeridad llegó el petróleo; por cincoaño s más el país transitaría por “más de lo mismo”, pero amplificado. Durante los gobiernos de José López Portillo y el echeverrismo, el primero y último año fueron de crecimiento económico bajo, comparado con los años intermedios; así, el crecimiento promedio entre 1972-1974 fue del 6% anual, y en los años del auge petrolero de 1978-1982 se registraron tasas del 8%, una de las más altas del mundo. López Portillo vio en la industria petrolera la solución para sortear el estancamiento y reiniciar el desarrollo económico con posibilidades ilimitadas. El incremento de las reservas probadas de 10,000 millones de barriles, a más de 70,000, en una empresa que empezaba a importar gasolinas y derivados del petróleo, lanzó a PEMEX a convertirse en exportadora de crudo a nivel mundial, situación que resumió su director ante el Congreso: Esta riqueza constituye no sólo el instrumento para resolver los problemas económicos que tenemos en la actualidad. Es, además, el gran eje económico que ha faltado desde el principio de nuestra historia y cuya ausencia ha inhibido la total consolidación de la nación.
Aprender a administrar la abundancia
Los descubrimientos y la reorientación económica en el país con la petrolización, se sucedieron en un contexto mundial de crisis de energéticos que convencieron a la población, por una campaña propagandística del gobierno, que México tenía una salida definitiva a sus problemas económicos; señalándose, incluso, reservas potenciales por 200,000 millones de barriles, cuando el precio del crudo subió de 4 dólares el barril, hasta 38 en 1979. La exportación petrolera se incrementó, pero no fue suficiente para pagar las importaciones, que se duplicaron entre 1977-1981, para satisfacer el crecimiento; entre 1976-1981 la exportación petrolera creció 32 veces (de 560 a 14,600 millones de dólares), mientras que el total de las importaciones creció tres veces (de 9,400 millones de
dólares, a 32,000). Para 1981 cayeron los precios internacionales del petróleo, y dejó de ser un mercado de vendedores para convertirse en uno de compradores al mejor precio; al mismo tiempo que, en los centros financieros internacionales se registraban tendencias al alza en las tasas de interés, que significaron para México un desembolso de 10,000 millones de dólares, para poder pagar los préstamos que se habían hecho para impulsar la petrolización.
Las relaciones exteriores
México restableció las relaciones diplomáticas con España, como consecuencia de los cambios democráticos ocurridos tras la muerte de Francisco Franco; y asistió, en 1978, junto con otros cuatro presidentes de América Latina la ceremonia de ratificación de los tratados entre
Panamá y los EUA sobre el canal de Panamá, encabezando la defensa por la autonomía de los pueblos centroamericanos frente a la hegemonía continental norteamericana. La situación de México empezó a tomar un giro distinto, gracias a las crecientes exportaciones de petróleo, que parecían constituir la solución definitiva a los problemas económicos y sociales del país. Así, de manera
sorpresiva, México se convertía para el mercado mundial del petróleo en una fuente de abastecimiento más confiable que los países árabes. La captación de divisas por la venta de petróleo permitió al gobierno mexicano liberarse, antes de lo convenido, del programa de estabilización impuesto al gobierno de Echeverría por el FMI, en 1976. México era objeto de atención no sólo para los EUA; además, al convertirse en un importante productor de petróleo de carácter independiente del
bloque de países árabes, varias potencias industriales, entre ellas Francia y Japón, procuraban bastecerse con los hidrocarburos mexicanos. Así, en septiembre de 1979, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, López Portillo planteó la adopción de un Plan Mundial de Energía, que sugería llevar a la práctica mediante un grupo de trabajo integrado por representantes de los países productores de petróleo.
La presencia en Centroamérica En 1979 se rompieron relaciones con el gobierno somosista de Nicaragua, con el propósito de apresurar su caída, encabezando nuestro país la oposición a la propuesta de la OEA, de intervenir militarmente en ese país; al renunciar el dictador, México se convirtió en el protector del nuevo gobierno sandinista, realizando gestiones ante el gobierno norteamericano para persuadirlo de no intervenir; junto con Venezuela abasteció a los nicaragüenses en sus demandas de petróleo, garantizando ante la banca internacional su deuda externa. Además, se firmó el Acuerdo de San José, suscrito en Venezuela en agosto de 1980, en el cual se comprometía a abastecer de petróleo, con créditos blandos, a los países de Centroamérica y del Caribe, decisión que hizo posible que México tuviera una presencia efectiva en esa región; así, México y Francia presentaron ante las Naciones Unidas un comunicado conjunto, en el que expresaban su grave preocupación por la violencia en la República del Salvador.
En 1981 el gobierno de Ronald Reagan acusó a Cuba y al régimen sandinista de Nicaragua de
fomentar la guerra en El Salvador, lo que hacía temer la posibilidad de una intervención estadounidense en ese país; por otra parte, surgía la amenaza de un enfrentamiento bélico entre Nicaragua y Honduras. López Portillo propuso la estabilidad, la paz, la democracia y el desarrollo de Centroamérica. Una muestra del activismo en la política exterior del régimen fue la cumbre Norte-Sur, celebrada en Cancún, Quintana Roo, en octubre de 1981, a la que asistieron mandatarios de los países industrializados, atendiendo la iniciativa del presidente mexicano. La reunión de Cancún, en líneas generales, se convocó con el propósito de entablar negociaciones globales para establecer un nuevo orden económico mundial.
El inicio de la liberación de importaciones y una nueva devaluación del peso Expandir la economía, con una agresiva liberación de importaciones, fue la solución en política económica hasta 1981; sin considerar la inflación del orden del 27% entre 1980-1981 y con una generación de empleos superior al crecimiento natural de la fuerza de trabajo entre 1979 y 1980. Cuatro factores contribuyeron a su crecimiento desmedido:
1) El aumento de la actividad económica;
2) La liberación de las importaciones;
3) Crecimiento de la demanda en ciertos sectores, donde la demanda crecía más rápido que la capacidad productiva; y
4) Un efecto mayor de la inflación en el país que en el resto del mundo, que daba lugar a que fueran más competitivas las importaciones.
Una aguda crisis financiera, con creciente especulación y fuga de capitales sucedió en el país, mientras que López Portillo decidió no cambiar los patrones de gastos, ni modificar el tipo cambiario; expresando que: presidente que devalúa es presidente devaluado; para 1982 el peso estaba sobrevaluado, lo que estimuló la dolarización y la fuga de capitales. Los factores negativos fueron:
1) Exceso de demanda interna que superó los recursos de moneda extranjera obtenida por el petróleo;
2) Aumento en las tasas de interés y la fuga de capitales; y
3) La liberación de las importaciones.
Se agregó a esta situación el congelamiento del crédito externo, por el riesgo de una posible insolvencia del país para poder pagar su deuda externa. En febrero de 1982 se devaluó la moneda en un 70%, ante un enorme déficit en la balanza de pagos que se había ampliado por la especulación bancaria con moneda extranjera, una deuda externa de 19,000 millones de dólares en 1976 y de 80,000 en 1982, a lo que se aunó el bajo precio internacional del petróleo. El gobierno desechó una
nueva devaluación, el libre cambio de divisas de acuerdo al mercado, y un rígido control de cambios; para comenzar a pensar como opción la nacionalización de la banca privada en el país. Para finales del régimen, en agosto de 1982, el gobierno sabía que había perdido la capacidad de manejo de los asuntos financieros del país ante la fuga de capitales, y el Banco de México no disponía de suficientes reservas para hacer frente a los compromisos más urgentes en divisas, ante la suspensión de créditos de la banca extranjera a nuestra nación.
El saldo del sexenio lopezportillista
En un acto desesperado se realizaron enormes ventas de petróleo a los norteamericanos y se iniciaron
conversaciones formales con el Fondo Monetario Internacional, FMI, solicitando ayuda; mientras que la imagen presidencial se había deteriorado profundamente. El saldo positivo del sexenio indicaba: exportación de crudo por 1.5 millones de barriles con reservas probadas por 72,000 millones; duplicación de la oferta eléctrica entre 1977- 1982; crecimiento del producto industrial a una tasa del 9%; incremento del promedio de empleos del 5.5%, con descenso del desempleo abierto del 8.1 al 4.5%; crecimiento anual del sector agropecuario del 4.5%; educación básica primaria al 90% de los niños; servicios médicos al 85% de la población, y de agua potable al 70%; incremento de recursos destinados al campo en un 87%. Como saldo negativo señalaba la caída de los precios de las exportaciones nacionales, la vigencia de las más altas tasas de interés en la historia, la restricción del crédito y el proteccionismo de los países industrializados, la fuga de divisas y la gran deuda externa del país. López Portillo expidió en 1982 dos decretos: la nacionalización de la banca y el control de cambios; acusó a los bancos privados de afectar la economía nacional y asentó: Ya nos saquearon. México no se ha acabado. No nos volverán a saquear; además de prometer que defendería al peso como un perro. Indicaba el periódico El Nacional del 2 de septiembre de 1982, que:
Las propiedades de las instituciones de crédito privadas, concesionarias para la prestación del servicio público de banca y crédito, como edificios, mobiliario, equipo, activos, cajas, bóvedas, sucursales, agencias, oficinas, inversiones, acciones o participaciones que tengan en otras empresas, valores de su propiedad, derechos y todos los demás muebles e inmuebles, quedarán expropiados a favor de la Nación, a partir de hoy, al entrar en vigor el decreto del Presidente José López - Portillo, que nacionaliza la banca.
Los banqueros eran culpables, según el gobierno, de encabezar, aconsejar y apoyar la fuga de divisas; de generar depósitos en el exterior por 14,000 millones de dólares, la adquisición de propiedades en el extranjero por 30,000 millones de dólares y depósitos por 12,000 millones de dólares en bancos mexicanos; sin embargo, estas acciones se realizaron de acuerdo con reglas formuladas por la Comisión Nacional Bancaria, responsabilidad directa del gobierno federal. La nacionalización de la banca fue un acto personal presidencial, no fue parte de ningún proyecto previo, ni fue consultado con nadie; incluso el presidente electo, Miguel de la Madrid, se enteró con disgusto durante la presentación del último informe presidencial de López Portillo. Representó la confesión implícita del
fracaso personal del presidente y del funcionamiento histórico, desde Avila Camacho, del trato con el capital financiero, que ya no garantizaba sino desequilibraba la economía.
López Portillo declaraba, sin que nadie le creyera, que en 33 días más que tenía al mando de la presidencia,reorganizaría la banca y con ella la economía, con lo que reconocía que nadie gobernaba en el país. Su política trajo consigo dispendio e inflación que arruinaron las finanzas bajo el influjo del auge petrolero, para lo cual se endeudó al país; la industria creció basada en las importaciones y los créditos del exterior, con una gran debilidad competitiva hacia el exterior por el proteccionismo ancestral y anacrónico; el mercado interno se avocó al consumo suntuario, bajo el espejismo de que administraríamos la riqueza petrolera; el gobierno navegó en un mar de corrupción y el capital financiero buscó rendimientos seguros en la dolarización y la especulación. Era claro, la economía no estaba preparada para lo que se demandaba en el mundo.
ensayo completo: http://portalacademico.cch.unam.mx/materiales/prof/matdidac/sitpro/hist/mex/mex2/HMII/EcheverriaSocios.pdf
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